No lograba entender como tanta gente afirmaba no arrepentirse nunca de nada. - Dicen que de nada sirve arrepentirse sino enmendarse, pero, ¿como puede lo uno sucederse sin lo otro?-, decía Manuela divertida mientras daba vueltas por la casa cambiando de lu g ar los adornos. -Además, ¿Qué es eso de enmendarse? La casa estaba cerrada, algunas lámparas iluminaban uno que otro rincón, lo justo para no estar a oscuras. Iba y venia con frenesí. Guardaba unas cosas en el tallercito de manualidades que también funge como deposito de utilería del hogar, saca otras, repone una vela. -¿Acaso puede enmendarse como el roto de una media?-, envistió. No estaba demasiado segura de ello. No le gusta zurcir. --¡Lo e c h o, echo esta! Luego solo queda procurar hacer las cosas diferentes. -¡Vamos, a mi me parece!-, exclama levantando los hombros. Toma entre sus manos al pequeñito buda de marfil. Le devuelve la sonrisa. Así se quedan unos segundos. Le coloca de vuelta en su s
Marianella Sambade
CUENTOS e HISTORIAS